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MONTAÑA RUSA.

estoy en ese momento que subís por primera vez a una montaña rusa: no sabés qué va a pasar, no lo querés pensar. te dijeron que era una experiencia nueva, que vas a sentir muchísimas cosas y que está buenísimo. lo bueno es que no importa que tengas miedo, vos ya te subiste.  me quiero ir. pero te subís porque escuchás, a lo lejos, que te están indicando que es por ahí tu lugar aunque haya un ruido externo de fondo que te impide entender bien qué asiento tenés que elegir. un ruido externo que se hace difícil comprender pero podés distinguir entre risas, gritos vibrantes y una sensación de adrenalina, que no identificás si será positiva o negativa; si te dará miedo o será lo mejor que hiciste. Te subiste.  si así de intenso empieza, ¡qué cagazo!  hago una pregunta: ¿me puedo bajar? y ahí vas. despegó como un avión a toda velocidad; sin vueltas y en línea recta. ahora sentís en carne propia lo que te decían que era: reírte, levantar las manos bien alto, sentir que estás en el aire, cerrar

BONDI.

a mi amiga, mi mitad. mi compañera de viajes en el 132 dirección a Carabobo.  hablamos de amor y desamor.  hablamos de idas y venidas.  hablamos de personas que están y ya no están. hablamos de personas importantes y de aquellas que ya no lo son.  miro por la ventana. hay mucha gente en la parada.  eso es la vida, un bondi.  hay muchas líneas, muchas personas que suben y bajan. muchas que se confunden de recorrido. muchas personas que están cerca de nuestro asiento. muchas otras que quieren llegar a nuestro lugar pero no logran alcanzarlo. hay mucha gente en todos los bondis.  pero sólo algunas personas se sientan al lado nuestro y bajan en la misma parada. 

SOMBRA.

camino de noche sola por la ciudad.  llueve.  me doy vuelta y no hay nadie.  no te sigue nadie, me digo.  agacho la cabeza y veo algo atrás de mí. algo que sigue mis movimientos rápidos al caminar.  giro la cabeza y no hay nadie. soy yo. es mi sombra.  ¡qué feo tenerle miedo a la propia sombra!